Muchas veces perdemos
momentos preciosos de paz por alguna situación que nosotros etiquetamos como
negativa, incómoda, injusta o desagradable. Podría decir que esto es algo común
y hasta aceptable, mientras etiquetemos precisamente eso, la situación; la
analicemos objetivamente y podamos descifrar exactamente lo que nos molesta al
punto de desaparecer ese sentimiento negativo que nos generó; no sin antes
haber aprendido una lección para evitar que se repita la misma situación.
Sin embargo, el problema
mayor surge cuando no sólo no logramos aceptar la situación y aprender de ella,
sino que además etiquetamos con el mismo calificativo a la persona
"responsable" de "hacernos sentir" mal. Y pongo estas dos
palabras entre comillas porque realmente no podemos responsabilizar a nadie de
nuestro estado de ánimo, porque es nuestro, cada quien tiene o debería tener el
control del mismo. Por lo mismo, nadie puede hacernos sentir mal, nadie tiene
ese poder; uno mismo es el que decide sentirse mal. ¿Te has escuchado decir
“¡Esa persona me lastima!”? Lo que sucede es que el ego se
apodera de la situación, de nuestras reacciones y por ende de nuestros
sentimientos. -¡Es inevitable tener sentimientos negativos hacia esas
personas! - muchos dirían; pero si nos
detenemos un poco, utilizando la inteligencia emocional podremos controlar y
decidir el tipo de experiencia de aprendizaje que queremos vivir. Podremos
darnos cuenta que nosotros mismos somos los generadores de nuestros estados de
ánimo y de nuestras reacciones.
Pero en esta ocasión
quiero ir un poco más allá de la inteligencia emocional, no basta con darnos
cuenta de lo que te acabo de decir.
He reflexionado sobre
el tema y hay un elemento que casi no se toca y sin embargo, creo que es el más
importante de todos para lograr la verdadera liberación de cualquier
sentimiento incómodo. Yo le pongo nombre, se llama Dios y específicamente me
refiero a la presencia del amor en la inteligencia emocional, puede sonar
complicado así que voy a intentar ejemplificar esta idea.
Supongamos que has
logrado tener el control sobre las emociones que te genera un comentario mal
intencionado de esa persona 'x'. La inteligencia emocional te ha funcionado y
ahora para ti eso no es algo más que un simple comentario, punto. Sin embargo,
¿Qué pasaría si además, en ese estado neutral, invocas de forma genuina y con
toda intención, al amor de Dios en tu corazón, en tu inteligencia, en los
juicios que haces?
La respuesta es que serías
más compasivo y empático, no requerirías de grandes esfuerzos para encontrar la paz. Te
darías cuenta que no hay nada que etiquetar, enjuiciar ni perdonar. Hemos
aprendido a reaccionar negativamente porque nos hemos olvidado de nuestra
esencia y la buena noticia es que podemos aprender a reaccionar Con Amor. Entrena
a tu mente y a tu corazón para elegir ser un observador amoroso, permítele a
Dios actuar por ti, de esta manera te será mucho más fácil SOLTAR la situación
y ver a la persona con compasión, como una víctima de su propia ignorancia o de
su falta de inteligencia.
La situación sigue
siendo la misma, pero al tú cambiar la forma de verla, cambiará la manera en
que te afecte y obviamente tu reacción. Tal vez en esta ocasión puedas optar
por no tratar de tener la razón, o ganar, o demostrar que eres mejor. ¿Lo has
intentado? Si lo logras, habrás vencido a tu mayor adversario, el ego, y eso es
lo más difícil de vencer, pero también es lo que te generará más paz.
Recuerda, no vale la
pena perder el cielo, tu esencia o tu valor por algo o alguien que no tiene la capacidad
de entender lo que tú si. Aprendamos a no etiquetar la vida, los eventos o las
personas como buenas o malas; la vida, los eventos y las personas simplemente
son. Dios te colmó de dones y bendiciones, uno de esos es la inteligencia para
darte cuenta que la vida en si es una gran lección, todos estamos permanentemente en un proceso de aprendizaje, lo único que nos queda es observar y cuidar que en nuestro proceso no nos dañemos a nosotros mismos ni a nadie. Aprender Con Amor.
Creado y escrito por R. María Aguijim